miércoles, 19 de agosto de 2009

Crónica de una noche moreliana

Creo que uno debería tratar de creer en las cosas,
aunque las cosas acaben defraudándonos.
Arte Poética, Jorge Luis Borges


Breve Crónica de una Noche Moreliana y Reflexiones Dominicales


Ayer Lolita se fue a la ciudad de Querétaro a revisar los avances en la construcción de la casa. Emiliano y yo decidimos quedarnos y no acompañarla. El día transcurrió con algunas pequeñas felicidades, de esas cotidianas que por ser así, de esa sustancia diaria deleznable como talco, apenas y somos conscientes de ellas y las notamos. Ya por la noche salí con Emiliano a cumplirle un antojo de churros con chocolate a un merendero ubicado en la cerrada de San Agustín que previamente sugirió. Él ya conocía el lugar; para mí era la primera visita. Me agradó el típico sabor de provincia de esos merenderos repletos de gente de todos los estratos sociales e incluso con mesas de extranjeros. Las paredes de cantera exhibían las pinturas de un artista local —me refieren que siempre se tienen cuadros expuestos—. Las obras en su mayoría de corte surrealista. Después de otear rápidamente el sitio mis ojos se detuvieron ante la imagen del Minotauro. El hombre con cabeza de toro en cuclillas y desnudo inspecciona con su mano derecha unos huesos, restos humanos seguramente, de esos donceles que —cuentan— le enviaban para satisfacer su apetito. Extasiado por unos minutos no podía apartar los ojos de la reproducción del mítico engendro y quizá, por uno de esos raros sortilegios que nos guarda la vida cuando nos alejamos de nuestros hábitos, de nuestras costumbres, —lo conocido no tiene misterio—, me dejé llevar por lo que Joseph Campbell decía era un arrebato estético. Inspeccionaba minuciosamente el cuadro y cada uno de sus detalles, como el gran acierto que tuvo el artista de colorear de un blanco luminiscente los ojos. Ojos que parecieran estar vacíos, pero a la vez plenos de curiosidad y de un cúmulo de apretujados sentimientos. Ojos iluminados como los de un animal nocturno sorprendido por los faros de un furtivo automóvil. Para contextualizar este apunte deberé decir que el Minotauro siempre me ha obsesionado, al grado de haber leído una decena de veces ese pequeño relato de apenas cuatro páginas que Borges escribiera en su emblemático libro “El Aleph”. Me refiero a La Casa de Asterión. Nombre éste con el que fue bautizado por sus padres Minos y Pasifae. En ese mínimo escrito Borges define con una sensibilidad exquisita la terrible soledad del monstruo encerrado en el Laberinto de Creta —creado a instancias de sus padres por Dédalo, arquitecto del reino— para esconder esa terrible vergüenza. Narra también la inconmensurable imaginación borgeana, cómo Teseo no batalló para exterminar al hermano de Ariadna: “¿Lo creerás Ariadna? —dijo Teseo—. El Minotauro apenas se defendió—”. El cuadro también me refrescó la lectura de un libro escrito por J. Campbell en donde analiza ese mito: “El héroe de las mil caras. Psicoanálisis del mito”. También recordé que por ambas lecturas me fue dada la inspiración para escribir una poesía que obviamente intitulé: Minotauro.
Minotauro



Por una promesa no cumplida

te fueron a confinar en los intrincados
laberintos de la imaginación de Dédalo

Niñez, adolescencia y juventud
las viviste preñadas de profunda soledad

Tus carceleros, de vez en vez,
enviaban grupos de donceles
para que te hartases

—Sé bien que no te los comías—

Sé, que en el irrefrenable gozo
de la inesperada compañía
te abalanzabas sobre sus temerosos cuerpos
y con topes y piruetas
mostrabas lo mejor de tu solitario corazón

Pero no medías la fuerza
y en el empeño de mostrar
tu inconmensurable amor
los destrozabas con la cornamenta
y tu desmesurada fortaleza

¡Oh Asterión! Un día supiste
que hasta el final de tus noches
vivirías eternamente solo

Te puedo ver en un atardecer
sentado contra un muro
tus negros ojos nublados por lágrimas
y con la certeza de una soledad
tan grande como el número de pasos que podías dar
sin llegar a ningún lado

Puedo ver el metal de una espada alzándose
como estrella refulgente

Puedo ver tus ojos llenos de asombro y ternura
y puedo ver como acomodaste tu vigoroso cuello
para que la hoja penetrara y cerrara por siempre
tus negros ojos

¡Oh Asterión! Qué soledad más sola la tuya
y cuánto amor perdido en los inextricables
senderos de tu prisión

Primavera 1990
México, Distrito Federal


Después de aquel arrebato estético, de los churros, el chocolate y una animada plática con Emiliano, salimos a caminar por el centro de la ciudad y nuevamente insistió en que hiciéramos el recorrido nocturno en el tranvía turístico. Y ahí vamos en periplo nocturno a San José, El Carmen, Las Rosas, La Calzada de Fray Miguel y San Francisco escuchando las leyendas que los avezados guías profusamente aderezaron con su retórica. La verdad fue una noche mágica con mi hijo. Nos fuimos al estacionamiento por el carro. Atrás quedaban los fuegos nocturnos que preceden la iluminación sabatina de la portentosa catedral; atrás dejábamos las leyendas que siguen siendo parte de esta trajinada ciudad y de las cuales fuimos fieles escuchas.

Hoy domingo me despierto, abro Internet, veo los diarios virtuales y me digo: en esta vorágine de cosas y acontecimientos debemos de darnos tiempo para pensar con tranquilidad las cosas. Debemos meditar aunque la vida parezca nunca detenerse. Después de un proceso intenso como el que vivimos se hace necesario hacer un momentáneo alto y tratar de interpretar lo sucedido; aunque a veces pareciera que la vida nos dejará si renunciamos a hacer cosas. Para los taoístas es posible hacer sin hacer. Porque si la vida corre desenfrenada, qué caso tiene subirse a ese desbocado tren. Atisbemos mejor sobre lo que está oculto, sobre lo que aún no se muestra pero que está latente, como la vida silente y en latencia de una semilla. Quizá si sabemos ver nos será dado abrir nuevos horizontes. Un cordial saludo dominical de su amigo.

Marco Antonio Zárate Mancha

1 de julio de 2007
Verano 2007
Santa María de Guido, Morelia, Michoacán

martes, 18 de agosto de 2009

Sobre el cambio en la frecuencia de Schumann

No se mueve una hoja, sin perturbar una estrella.


Mi estimado Payán, pues ahora sí que me has aventado un verdadero torito y no es para menos, el cambio que estamos viviendo a nivel planetario es endógeno y exógeno, es decir es de adentro hacia fuera y de afuera hacia adentro. Ni para dónde hacerse.

Digamos que es endógeno o propio de la Tierra, por la vida misma que de ella ha surgido. Y ahí los humanos, con la arrogancia que nos caracteriza, sentimos que somos la máxima creación del Universo y, suponiendo sin conceder que lo seamos, no hemos estado a la altura de lo que nos ufanamos. Si lo fuéramos tendríamos la máxima responsabilidad de ser los protectores de toda la vida planetaria, pues en nosotros la evolución ha alcanzado su estado del arte, como se dice en la ciencia. Es decir, la Tierra, en nosotros, se ha hecho consciente de sí misma. Y existe toda una teoría al respecto. Sin embargo el hombre cree que como ser superior tiene que domeñar a la naturaleza y de esa forma no se siente parte de ella —por ahí la religión católica nos hace creer que nosotros venimos al mundo, cuando la realidad es que surgimos de él—.

Bien, entonces el hombre, con esa concepción equivocada de sí mismo — sentirse ajeno al mundo, pues vino a éste y no surgió de él— sumada a su increíble capacidad de sentirse insatisfecho y por tanto de necesitar cada vez más cosas para llenar su vacía existencia, ha hecho que explote a la Tierra hasta un nivel en que ha rebasado su propia capacidad de regeneración, llegando incluso a poner en peligro la viabilidad de la propia especie humana. Esta explotación al límite, alimentada por el “pensamiento único” —así se le llama al pensamiento neoliberal dominante a nivel planetario, en que la divisa es obtener la máxima ganancia al menor costo posible— probó que no se puede sostener más. El cambio climático generado por la propia actividad del hombre tiene en la actualidad consecuencias catastróficas: en algunos lugares del planeta hay sequías que hace varias décadas no se registraban y en otras partes las lluvias torrenciales sepultan a pueblos en las laderas de los cerros por desgajamientos; villas y comunidades en las márgenes de los ríos ahora son arrasados por torrentes o avenidas inusuales. En fin, somos testigos de una devastación planetaria. Los incendios en California son parte de ese desequilibrio, sólo por citar algunos fenómenos palmarios que están a la vista de todos y en las noticias cotidianas.

Así las cosas, cada ser humano que habita en las ciudades del planeta genera diariamente más de 1 kilogramo de basura al día, mucha de ella prácticamente no biodegradable, situación que contaminará por siglos la Tierra. Aunado a esto, la diversidad de desechos genera procesos de lixiviación que contaminan los mantos freáticos y muchas cosas más se podrían numerar —como el uso indiscriminado de fertilizantes que ha esterilizado buena parte de la tierra al incorporarle sales que también van a parar a las aguas subterráneas, a los arroyos, a los ríos y finalmente al mar— pero para no aburrir más, diremos que hemos intoxicado la Tierra, hemos envenenado nuestra casa y lo peor de todo es que somos conscientes de ello, pero no hemos actuado de acuerdo a la magnitud del problema, pues la prioridad no es nuestra casa, la Tierra, sino la ganancia, la utilidad. El hombre no respeta a la Tierra —nuestra Madre, la Pacha mama— y por consiguiente tampoco se respeta a sí mismo.

Pero la Tierra es sólo una pequeña partícula azul flotando en el infatigable Universo y entonces también está sujeta a todo lo que acontece en él —factores exógenos—. La Tierra pertenece al sistema solar y éste es una ínfima parte de la Galaxia[1], nuestra casa grande, y la ubicación del sistema se encuentra en uno de los “brazos” de la Vía Láctea —el nombre de nuestra Galaxia—. Sabemos que actualmente la Tierra se encuentra transitando por el ecuador de la Galaxia. El ecuador como bien sabemos, es el anillo virtual de mayor amplitud o diámetro cuya latitud es cero. La Galaxia tarda en cumplir un ciclo, es decir, de completar una vuelta sobre su propio eje la friolera de 240 millones de años. En la tierra le llamaríamos día y se da cada 24 horas, pero la galaxia[2] —repito— tarda 240 millones de años en completar un giro sobre su propio eje[3].
Entonces, el hombre, pequeña criatura terrícola, está sujeta a miles, por no decir casi infinitas fuerzas que existen, pero desconocemos. Su cuerpo funciona a base de impulsos eléctricos y desconocemos qué es la electricidad. Obviamente está inmerso en poderosos campos gravitacionales cuyos efectos sobre los átomos que conforman nuestras células no son conocidos. Hasta hace apenas unas cuantas décadas no sabíamos que le ocurría a nuestro cuerpo durante la noche, en las horas de sueño. Desconocíamos también que nuestro organismo se regía por ciclos y éstos se denominaron “circadianos[4]” que quiere decir: cerca de un día.

Vistas las cosas así, es claro que nuestro cuerpo emite y recibe ondas o vibraciones[5] y que cada uno de sus sistemas y de sus órganos trabaja bajo diferentes o distintos niveles de frecuencia. Esto lo pudo constatar John Cage —compositor y músico— allá por los años 70’s, cuando para poder escuchar “el sonido del silencio” fue recibido por una universidad norteamericana que poseía una cámara anecoica[6], es decir, un recinto completamente aislado de los ruidos exteriores. Bien, Cage se instaló en la sala y fue instruido acerca de la construcción de dicho lugar y que para efecto de salir del recinto, debía pulsar un botón que accionaba un timbre que haría que los ingenieros acudieran a abrir sus puertas. Una vez estuvo solo en la cámara se preparó para escuchar el silencio, pasados los minutos se sintió frustrado pues seguía escuchando ruido. Una vez que transcurrió un tiempo razonable timbró y el ingeniero encargado de su huésped no bien abrió la puerta fue espetado por Cage: ¡Su cámara no funciona!, se siguen escuchando ruidos. El calmado ingeniero le preguntó que le describiera los “ruidos” que había escuchado. Son dos muy claros —indicó Cage—: uno es agudo y continuo, similar a una sirena, y el otro también es continuo, pero más sordo. El ingeniero sin inmutarse le dijo: el primer sonido que me describió es su sistema nervioso trabajando y el segundo es el rumor de la sangre corriendo por sus venas. Bueno, te podrás imaginar lo que Cage hizo después. De hecho una sinfonía que compuso es sobre el silencio, él se sienta al frente de un piano Steinway y durante un tiempo que parece eterno para los frustrados escuchas ¡no toca ni una sola nota! La sinfonía son los ruidos de la gente que tose, murmura y un largo etcétera. O sea, cuál silencio.

Fíjate que esto me trae a colación algo que le leí al maestro Alejandro Jodorowsky: “Durante sus oraciones el maestro tose y estornuda. Yo, luchando por meditar, no me atrevo ni a respirar.
“Es que el maestro ya no reza.
Esos cantos son él mismo.
Las oraciones tosen y estornudan.”

La anécdota anterior sólo para ilustrar las diferentes vibraciones[7] que emite nuestro cuerpo nada más por el hecho de estar vivo. Ahora bien, las personas que se dedican a cierto tipo de meditación emiten desde el bajo vientre la sílaba sagrada OM que dirigen al punto donde se ubica cualquiera de las 7 chacras, o puntos de energía del cuerpo que se desea “abrir”. Si se corre la suerte y se es perseverante en las meditaciones se pueden “abrir” todos los chacras y en ese momento se entra en contacto con otros planos de consciencia o, si quieres llamarlo así, con otro tipo de vibraciones, de acuerdo con ciertas corrientes meditativas. El chacra que aparece en la coronilla de la cabeza o cerca de donde los niños tienen la mollera —curioso nombre, ¿de dónde provendrá?— bien, ese chacra —Sahasrara, en sánscrito—es el que al abrirlo conecta con otros planos de conciencia y en las imágenes de Buda podrás notar una especie como de chongo que termina en punta y que se le llama el Loto de Mil Pétalos (mil, dijera Borges, es otra forma de nombrar al infinito, por eso las Mil y una noches, no sólo son mil, infinitas, sino una más, son pues más que infinitas, cualquier cosa que eso signifique).

Pero volviendo al punto de inicio que es la presentación en Power Point que me enviaste y en el cual se habla de un gran salto cuántico del hombre, aunque, de ser cierto lo que se señala acerca del cambio de frecuencia Schumann de 7.8 Hz para llegar a 13 Hertzios o ciclos por segundo, el cambio será planetario, ya que no sólo afectaría al hombre sino a toda la vida tal y cual la conocemos, pues de acuerdo con los investigadores esa frecuencia no sólo se encuentra en el cerebro del hombre, para decirlo más precisamente, esa frecuencia es la misma del hipotálamo[8] y es una constante en los mamíferos. Volvemos también a lo antes ya señalado: el humano no viene a la Tierra sino que surge de ésta. La constante de Schumann nos iguala o hermana con lo viviente en la Tierra.

Bien, en la presentación de marras se habla de lo que seguramente nos ocurrirá y señala que habrá cambios políticos y muchas mutaciones o cambios. De ser cierto todo lo que se dice acerca del cambio de la frecuencia de Schumann, seguramente habría cambios cuyas consecuencias desconocemos. Ahora, quién sabe si esa aceleración en las frecuencias que recibimos puedan adaptarse o ser bien recibidas por nuestros organismos. Es obvio que, de ser cierto el cambio en la frecuencia de Schumann tendremos que adaptarnos a ese cambio notable que hará que todas nuestras células se activen y trabajen a un mayor ritmo[9]. Ahora fíjate bien mi estimado Payán, resulta ser que la frecuencia actual bajo la cual nos regimos todos los seres vivos es de 7.8 Hertzios y de continuar con los ajustes galácticos llegaríamos en 2012 —se dice— a una frecuencia de 13 ciclos por segundo o Hertzios. Agárrate Payán: si 7.8 Hz —frecuencia actual— lo hacemos el 100%, la diferencia entre ésta y la de 13 Hz que alcanzaríamos en 2012 es de 5.2 vibraciones más por segundo o Hz, pues resulta que 5.2% viene a ser el 66.66667% más en la frecuencia con que trabaja nuestro organismo y este número viene siendo nada más y nada menos que el número de la Bestia —666[10]—, aunque estimaciones más recientes señalan que el tal número no es el 666[11], sino el 616.

Pero continuemos con lo que sucederá el año 2012, ya que estamos ahora preparados para examinar más estrechamente porqué el solsticio de invierno en el año 2012 es tan importante. En el calendario Maya de la cuenta larga, un ciclo de 5,200 años finaliza en esta fecha, y también apunta a una rara alineación astronómica. De hecho, esta alineación sólo pasa una vez cada 26,000 años.

El auspicioso año de 2012 indicado en el calendario de la cuenta larga, ilumina el hecho de que el movimiento Precesional[12] del sol del solsticio de invierno gradualmente llevará su posición a alinearse con el mismo centro de nuestra Galaxia.

Para los mayas, esto es como el último golpe de Medianoche en Nochevieja, sólo que en el 2012 el nuevo año es el nuevo año galáctico de 26,000 años solares. El Reloj Galáctico estará en el punto cero y comenzará un Nuevo Ciclo Precesional.

Bien mí estimado Payán, después de esta serie de datos y referencias las posibles conclusiones serían:
1) Hay un evento celestial que sucederá en 2012 y que se presenta cada 26 mil años, que en esta ocasión coincide con un ciclo menor de 5 mil 200 años y que seguramente tendrá las mismas repercusiones que otros eventos cósmicos que han sido visto por catastrofistas y “visionarios” como señales de grandes cambios o catástrofes en nuestro planeta y en nuestras vidas. Recordemos en su momento el cometa Kohoutek (creo que así se escribía), luego que en la cola de un cometa (ya ni recuerdo cuál) venían unas naves espaciales que se llevarían del planeta a los terrícolas que estuvieran preparados y según recuerdo por allí en alguna comunidad un líder iluminado hizo o provocó la muerte de decenas de sus seguidores. En fin, que este tipo de eventos dan para todo lo que la imaginación sea capaz de imaginar (perdón por el pleonasmo). Yo recuerdo que desde mis años de tierna infancia, allá a finales de los 50’s o principios de los 60’s, decían que la virgen de Fátima le había entregado unas cartas a Santa Bernardita (¿?) y que allí se revelaba que vendría el fin del mundo y ya no recuerdo qué más cosas. Bueno, pues no pasó nada, salvo lo que tenía que ocurrir: la vida continuó sin sobresaltos.
2) La cimática efectivamente demuestra los cambios que hay en las partículas cuando son sometidas a diferentes frecuencias y los cambios en los patrones que van conformando. Esto es, hay evidencia de que efectivamente diferentes frecuencias conforman diferentes patrones en las partículas con las que se ha ensayado (limaduras de hierro, serrín etc.). Lo interesante es que las figuras se ordenan formando figuras complejas similares a mandalas (ver este vínculo para observar los patrones que conforma la sal bajo diferentes frecuencias. Si observamos detenidamente veremos que a medida que la frecuencia es más alta, es decir más aguda, esto es más ciclos por segundo, los patrones de sal son más complejos. http://www.youtube.com/watch?v=mfy9Tvs17NE&feature=related)
3) En virtud de lo anterior, si efectivamente el cambio en la frecuencia de Schumann observada para la Tierra llegara a cambiar, seguramente incidiría en el comportamiento humano, pues el cambio que en este caso sería de más ciclos por segundo, es decir más rápida, “afinará” nuestras células y, aunque no está comprobado bien a bien cómo actúa la actual resonancia de 7.8 Hz en nuestros organismos, es obvio que al subir a 13 Hertzios (66.6 % más de la frecuencia actual), se afinarán nuestras células —y átomos que las conforman— y aquí hablamos de todas nuestras células, empezando por las de la cabeza, las neuronas que, conjuntamente con las diferentes glándulas del organismo, rigen el funcionamiento de nuestro cuerpo. Y esto me recuerda nuevamente al maestro Jodorowsky que escribe en su libro la Sabiduría de los Chistes: “Cuando el maestro oraba, sus palabras producían una vibración que tenía un sonido musical. Ya no me importaban las palabras. Yo agradecía ese sonido porque hacía vibrar mis células ordenándolas como un imán, en una sola dirección”. Quizá también ahora entienda un poco mejor porqué se utilizan las campanas tibetanas o los diapasones para meditar.
4) En la presentación multicitada dan por un hecho de que al iniciar los dos nuevos ciclos de 5 mil 200 y de 26 mil años, sucedería algo así como si se fuera a activar un switch: todos nos vamos a iluminar de repente. Tal situación me parece que es una broma más. Sin duda el fenómeno será interesante por todo lo que a nivel estelar para nuestro sistema solar y Tierra implican. Es decir, es un evento estelar que muchos quisieran ver y experimentar por la, esperamos, feliz coincidencia de ciclos. Si esta simultaneidad de inicio de ciclos es lo que está acelerando la frecuencia de nuestro planeta es algo que desconozco. Si estos cambios, aunados a la actividad del hombre, son los que están acelerando el calentamiento global, también lo desconozco. Aunque lo que sí sé es que una enorme variedad de productos han afectado la capa de ozono permitiendo el paso de rayos UV y debilitando su conformación haciendo que se forme un enorme hoyo.
5) Si es inevitable que todos los fenómenos citados se concatenen, el resultado es un misterio. Pero de ahí a que se encienda el switch de la iluminación planetaria me parece que hay un largo trecho. Suponiendo nuevamente que las previsiones de muchos se hagan realidad y que la nueva frecuencia de 13 Hz efectivamente nos acelere y despierte recursos que tenemos latentes, seguramente traerá múltiples consecuencias que ni imaginamos, pues pudiéramos pensar que muchas de nuestras habilidades se potenciarán, otras a lo mejor se desarrollarán y algunas pudieran desaparecer o aminorar y, aquí como en todo, seguramente muchos estarán más preparados para lidiar con los cambios en su organismo y otros seguramente no sabrán cómo manejar tanta transformación. Lo anterior, sin siquiera pensar cómo responderá nuestra madre Tierra al cambio.
6) Por último, me parece que el gran enemigo para poder transformarnos es el miedo, con cambio de frecuencia de Schumann o no. Y en este punto me parece que la gran referencia que tenemos es el pensamiento de Jiddu Krishnamurti[13] y su conocimiento sobre ese lastre, el miedo, que nos impide vivir con la mayor plenitud que es la libertad.


P.S.: Mi estimado amigo, no pudiera concluir este pequeño trabajo sin hacer referencia al proyecto H.A.A.R.P., pues precisamente habla de la forma en que este “proyecto”, mediante la generación de bombardeos de haces de diferentes frecuencias a la ionosfera puede desatar sismos, cambios en la temperatura de cuerpos de agua, hasta alterar la frecuencia de nuestro cerebro y cambiar nuestra comportamiento. Para que te ilustres en el proyecto “Arpa del diablo”, te adjunto un archivo.
[1] Gracias a sus observaciones, en 1951 Morgan, Osterbrock y Sharpless presentaron la primera visión de conjunto de la Galaxia. Estos astrónomos encontraron evidencia clara de la existencia de tres brazos espirales y trazaron secciones paralelas de ellos. El primero, que es donde se encuentra inmerso el Sol, es el llamado brazo de Orión. Recibe ese nombre porque en él también está contenida la nebulosa gaseosa de Orión (véase la figura 49). Este brazo se localiza entre los 26 000 y los 32 600 años luz del centro galáctico. Exterior a él se encuentra el brazo de Perseo, ubicado entre los 39 100 y los 48 900 años luz del centro de la Galaxia. También encontraron una sección de un brazo interior, el de Sagitario, localizado entre nosotros y el centro galáctico, a una distancia de éste que va de los 22 800 a los 24 450 años luz
[2] La Galaxia tiene alrededor de 100 mil años luz de diámetro. Se calcula que tiene unos 200 mil millones de estrellas. Su espesor en el centro es de unos 15 mil años luz y en las orillas es de alrededor de 3 mil años luz.
[3] Los diversos tipos de estrellas que forman el disco galáctico giran de manera independiente entre sí, describiendo órbitas prácticamente circulares respecto al centro de la Galaxia. El Sol, que como ya se ha dicho se encuentra a 28 000 años luz de éste, gira alrededor de ese punto a una velocidad de 220 km/s, dando una vuelta completa cada 240 millones de años, por lo que desde su formación ha efectuado unas 20 revoluciones en torno al centro galáctico. Nuestra estrella no se encuentra situada exactamente en la parte media del plano de la Galaxia, pues tiene un movimiento vertical respecto de él que lo hace oscilar de arriba a abajo y lo lleva a alcanzar elevaciones y depresiones respecto a dicho plano de 300 años luz. Por eso tarda 70 millones de años en completar un ciclo de vaivén con ese movimiento vertical.
[4] En biología, los ritmos circadianos o biológicos son oscilaciones de variables biológicas en intervalos regulares de tiempo. Todos los animales, las plantas, y probablemente todos los organismos muestran algún tipo de variación rítmica fisiológica (tasa metabólica, producción de calor, floración, etc.) que suele estar asociada con un cambio ambiental rítmico. En todos los organismos eucariotas así como muchos procariotas y hongos se han documentado diferentes ritmos con períodos que van desde fracciones de segundo hasta años. Si bien son modificables por señales exógenas, estos ritmos persisten en condiciones de laboratorio, aun sin estímulos externos
[5] La ciencia de la cimática demuestra de forma visual el modo en que el sonido configura la materia. La cimática consiste en el estudio del fenómeno de las ondas, y fue “descubierto” en la década de los 60 por el científico suizo, Dr. Hans Jenny. Sus experimentos demostraron que, si se colocan polvos finos, arena y virutas de acero sobre una lámina de metal y se les aplica una vibración de ondas acústicas, dichas partículas se organizaban formando patrones concretos. Las diferentes sustancias se concentran en los senos o depresiones de las ondas acústicas, destacando de ese modo el lugar donde el sonido es más denso. Estos sorprendentes patrones, también conocidos como figuras Chalynadi, configuran, en el caso de los sonidos armoniosos, mandalas geométricos simétricos.
[6] Una cámara anecoica es una sala especialmente diseñada para absorber el sonido que incide sobre las paredes, el suelo y el techo de la misma cámara,
[7] En la década de los 50, el Profesor Dr. O. W. Schumann de la Universidad Tecnológica de Munich, Alemania, descubrió el efecto de resonancia del sistema tierra-aire-ionosfera, llamado hoy generalmente ONDAS SCHUMANN o RESONANCIA SCHUMMAN, en honor a su descubridor.
En Física se les denomina "Ondas transversal-magnéticas". Estas ondas Schumann vibran en la misma frecuencia que las ondas cerebrales de los seres humanos y de todos los mamíferos en general, es decir, 7.8 Hertzios (ciclos por segundo). Aunque la Física oficial casi lo ha ignorado, las grandes potencias mundiales pueden estar experimentando con estas ondas, muy reservadamente, en grandes proyectos supersecretos. Esta podría ser la arena militar más sofisticadas del futuro, ya que por medio de la modulación de estas ondas se podría interferir drásticamente en la mente del enemigo, causándole los estragos mas inimaginables, que eventualmente podrían causar consecuencias imprevisibles.
El Profesor Schumann trabajaba, en ese entonces, con sus estudiantes universitarios, en cálculos de potenciales en sistemas esfero-simétricos. Un día, les planteó el deber de calcular el potencial de dos cáscaras semiesféricas que tienen una determinada distancia entre si y que son ambas eléctricamente conductoras. Entonces, como si fuera una ocurrencia del momento, dijo: 'Tenemos también la tierra y la ionosfera. Tomen como ejemplo el diámetro de la tierra y el diámetro de la capa inferior de la ionosfera, la capa Heaviside y calculen que frecuencia propia resulta ahí". Él, naturalmente, tenía que calcularlo también, para ver si lo que sacaban los estudiantes era correcto y entonces obtuvo como resultado aproximadamente 10 ciclos por segundo. Publicó este resultado en una revista de Física Técnica y casualmente un medico que se interesaba por la Física y era suscriptor de la revista, el Dr. Ankermuller lo leyó y le llamó poderosamente la atención este resultado, ya que 10 Hertzios es el ritmo Alfa del cerebro humano, es decir una frecuencia muy característica.
Se puso enseguida en comunicación telefónica con el Dr. Schumann y le dijo: "Es interesantísimo lo que Ud. midió, de que la tierra tiene la misma resonancia propia como el cerebro humano. Habría que controlar si esto es realmente así". "Bueno, le contestó el Dr. Schumann, si esto es interesante para la medicina, voy a poner a un estudiante que justamente tiene que hacer su tesis de doctorado, para que lo verifique con mayor precisión, pues los 10 Hertzios calculados eran un valor muy aproximado".
El doctorando se llamaba Herbert König, quien fuera más tarde yerno del célebre Dr. Ernesto Hartmann y posteriormente fue sucesor del Profesor Schumann en la Universidad de Múnich. El Dr. König, a través de muchas mediciones, pudo determinar luego que el valor exacto no era 10, sino 7.8 Hertzios y esto hizo que el asunto fuera todavía más interesante, pues 7.8 Hertzios es la frecuencia del hipotálamo y es la única frecuencia que en todos los mamíferos, incluyendo el hombre, es tan exactamente común.
Mientras el ritmo Alfa varia de una persona a otra y el mismo es de aproximadamente 9, 10, 11 Hertzios, la frecuencia de 7.8 Hertzios es como ya se dijo arriba, exactamente común a todos, es una constante normal biológica, que funciona como un marcapaso para nuestro organismo y sin esa frecuencia, la vida humana no es posible.
Esto se comprobó mas dramáticamente con los primeros astronautas, tanto los rusos como los americanos, pues estos volvían de su misión espacial con muy serios problemas de salud. Al estar volando fuera de la ionosfera les faltaba la pulsación de esa frecuencia vital de 7.8 Hertzios. Más tarde, este problema fue subsanado por generadores de ondas Schumann artificiales.

[8]El hipotálamo es una compleja zona de sustancia gris que se extiende, en cada hemisferio, por debajo del tálamo; observado por la superficie inferior del cerebro, llega a comprender el quiasma óptico, por delante y los tubérculos mamilares, por detrás.
Se divide en varios núcleos: núcleo paraventricular, núcleo preóptico, núcleo supraóptico, núcleot ventromedial, núcleo dorsomedial, núcleos laterales, núcleo del tuber, núcleo posterior y núcleo del cuerpo mamilar, etc. Estos núcleos están conectados mediante fibras, aferentest, o eferentes, con la corteza cerebral, la hipófisis, el tálamo, el tronco encefálico y, quizá, con la médula espinal. El hipotálamo está considerado como un importante centro regulador de muchas funciones vegetativas:
· regulación del equilibrio hídrico: el núcleo supraóptico y el paraventricular, en conexión con el lóbulo posterior de la hipófisis, serían responsables de la producción de la hormona antidiurética, que regula la eliminación de orina; la falta de estímulo por parte del hipotálamo a la secreción de esta hormona hipofisaria, conduce a la diabetes insípida, una enfermedad caracterizada por exceso de eliminación de orina (hasta 20 litros al día)
· regulación del metabolismo de los hidratos de carbono, de las grasas y de las proteínas: provoca la sensación de hambre. La lesión de ciertas partes del hipotálamo conduce a la pérdida completa del apetito, mientras que la lesión de otras zonas acentúa la sensación de hambre, provocando un engorde exagerado;
· regulación de la temperatura: una lesión hipotalámica puede producir la imposibilidad de difundir el calor, un exceso de sudoración o hiperpnea (respiración frecuente) y, por lo tanto, excesiva difusión del calor;
· regulación del sueño: cuando falta el control hipotalámico, aparece un estado de gran apatía y somnolencia o insomnio.
· regulación hormonal: controla la producción de hormonas por parte del lóbulo anterior de la hipófisis, influyendo en el crecimiento corporal, en las funciones sexuales, etc.
· el hipotálamo desempeña un papel importante en algunas funciones psíquicas y psicomotoras: ciertos estados de hiperexcitabilidad o de depresión se deberían a trastornos funcionales de los centros hipotalámicos, y también dependerían de estos mismos centros los efectos colaterales, representados por palpitaciones, lagrimeo, salivación, vómito, rubor, etc., que acompañan a los estados emotivos.
· El hipotálamo representa finalmente un centro intercalado en el curso de las vías olfatorias, puesto que los pilares anteriores del fórnix, que son haces de fibras conectadas con los centros olfatorios, terminan en los tubérculos mamilares.
[9] Según un artículo que habla sobre la frecuencia de Schumann, refiere que hay muchas frecuencias en la Tierra, que van a más de 50 Hz. Lo curioso es que no hay trabajos serios de institutos o centros de investigación prestigiados que hablen sobre el inminente fenómeno estelar que predijeron los Mayas y que más adelante se aborda.
[10] Investigaciones sobre descubrimientos relativamente recientes como los Papiros de Oxirrinco,[] que constituyen una de las colecciones manuscritas más importantes, actualmente en el Ashmolean Museum de Oxford, han confirmado que el número representado en el original del Apocalipsis de Juan en realidad fue el 616 y no el 666. Aunque ya se sabía que la variante de 619 existía, puesto que autores como San Ireneo lo mencionan. El descubrimiento de su original griego sugiere que la primera redacción del Apocalipsis de Juan debió de haber contenido el número 619 para referirse al nombre de una persona a quienes los cristianos denunciaban como enemigo.
[11] Curiosidades matemáticas del 666
La suma de todos los números naturales desde el 1 hasta el 36, ambos incluidos, da 666.
· En la numerología si se suma 6+6+6=18 y después se suma 1+8=9. Si al 9 se le da la vuelta 6 otra vez.
· El 666 es la suma de los cuadrados de los siete primeros números primos (22 + 32 + 52 + 72 + 112 + 132 + 172 = 666).
· La media armónica de los dígitos decimales de 666 es un número entero: 3/(1/6 + 1/6 + 1/6) = 6, siendo así el 666 el 54º número con esta propiedad (que comparten todos los números naturales repdigit).
· En base 10, el 666 es un número capicúa, un repdigit (un número cuyas cifras son todas iguales) y un número de Smith. Un cuadrado mágico primo recíproco basado en 1/149 en base 10 tiene un total mágico de 666.
· El número romano que representa al número 666 (DCLXVI) usa una vez cada una de las cifras romanas cuyo valor es menor que 1.000, en orden descendente respecto a su valor (D = 500, C = 100, L = 50, X = 10, V = 5, I = 1).
· El 666 forma parte de los índices de la secuencia de Padovan de números enteros, 3, 4, 5, 7, 8, 14, 19, 30, 37, 84, 128, 469, 666, 1262, 1573, 2003, 2210, ....
[12] El fenómeno astronómico de la precesión de los equinoccios es el resultado de un tercer movimiento de la tierra distinto al de rotación y de traslación, el cual es ocasionado por las diferentes atracciones gravitacionales que ejercen el sol, la luna y los planetas sobre la banda ecuatorial terrestre. Esto hace que la tierra recule sobre sí misma en sentido contrario al de rotación, lo que motiva que el sol, en su movimiento aparente, se retrase casi un minuto (exactamente 50 segundos) cada año en llegar al punto vernal, o equinoccio de primavera, que es la entrada en el signo de Aries. El sol recorre entonces precesionalmente un grado de la circunferencia zodiacal cada 72 años, 30º en 2.160 años (= 30 x 72), y los 360º en 25.920 años (= 2.160 x 12). Asimismo, como el eje terrestre está inclinado 23º 27' con respecto al eje de la eclíptica, es decir que no es perpendicular al de su órbita, resulta que ese movimiento precesional hace que la tierra gire como si fuera una peonza o trompo (es decir basculando), con lo cual si prolongamos ese eje sobre el fondo celeste, observamos que éste traza un círculo completo al finalizar el movimiento de precesión, es decir cada 25.920 años. Como veremos más adelante, todo esto es sumamente importante, tanto astronómica como simbólicamente, pues es ese punto de la bóveda del cielo que la prolongación del eje terrestre señala, el que constituye verdaderamente nuestro polo celeste, es decir el centro en torno al cual gira todo nuestro universo visible.
[13] Sobre el miedo. Jiddu Krishnamurti. Editorial …; Reflexiones sobre el ego, J. Krishnamurti, Planeta (¿?), y la Mente que no mide. J.Krishnamurti. (una disculpa, pero mi biblioteca está en otra parte y me atengo nada más a mi falible memoria.